Logró sonreírme levemente, con ternura.
Me anima la debil esperanza de que alguna persona llegue a entenderme. Aunque sea una persona.
En un momento desapareció de la multitud , mientras yo vacilaba entre un miedo invencible y angustioso. Cuando desapareció me sentí irritada, infeliz, pensando que no podría no verla mas perdido entre los millones de habitantes de Buenos Aires.
Esa noche volví a casa nerviosa, descontenta, triste. Durante los meses que siguieron, solo pensé en el, en la posibilidad de volver a verlo.
Una tarde, por fin la vi por la calle. Lo reconocí inmediatamente; podría haberlo reconocido en medio de una multitud. Sentí una indescriptible emoción. Pensé tanto en el durante esos meses, imagine tantas cosas, que al verlo, no supe que hacer.
La verdad es que muchas veces había pensado y planeado minuciosamente mi actitud en caso de encontrarlo.
La experiencia me ha demostrado que lo que a mi me parece claro y evidente casi nunca lo es para el resto de mis semejantes. Estoy tan quemada que ahora vacilo mil veces antes de ponerme a justificar o a explicar una actitud mía y, casi siempre termino por encerrarme en mi mismo y no abrir la boca.
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