viernes, 29 de abril de 2011

Amaneció con los ojos tristes y la boca seca, desconcertada. Amaneció en una habitación tan azul como él. Estaba sola.
Cerró los ojos y trató de recordar lo que había visto mientras dormía. La invadió entonces la sensación cálida de un beso. Había alguien más ahí, al lado suyo. Por todo el cuarto había pedacitos de pretéritos y sobre la cama, la estrella que alguna vez le habían regalado.
Ninguna de estas cosas existían ahora.
 Y fue el fuego lo único que permaneció intacto. Perdurable. Eterno. El fuego que se había llevado todo.
Abrió los ojos, suspirando, espantado del recuerdo de lo que había visto mientras dormía.
No he de desenterrar mis pretéritos, se prometió.


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